LEMA

! POR LA LIBERACION ECONÓMICA, CULTURAL Y POLÍTICA DE NUESTROS PUEBLOS !







20 enero 2015

POR UN 2015 EN EL MUNDO CON PAZ



 www.mompade.blogspot.mx

El año 2015 no pudo haber empezado peor, varios sucesos marcan el rumbo mundial de los medios, el atentado a Charlie Hebdo,  la muerte del periodista Julio Scherer y la violencia generalizada en el mundo.

El atentado contra Charlie Hebdo fue un tiroteo llevado a cabo en París este 7 de enero, cuando dos hombres enmascarados y armados —con fusiles AK-47, una escopeta y un lanzagranadas— entraron en las oficinas de dicho semanario satírico francés, el cual había atraído la atención mundial por sus representaciones regulares del profeta islámico Mahoma. El ataque causó la muerte de doce personas —incluyendo el editor «Charb», otros ocho empleados de Charlie Hebdo y dos agentes de la Policía Nacional—, mientras que otras once resultaron heridas.

Los dos pistoleros entraron en el edificio y comenzaron a disparar con armas automáticas mientras gritaban «Al•lahu-àkbar» (Alá es [el] más grande). Más de 50 tiros fueron disparados durante el ataque.

Tras huir del lugar, los dos principales sospechosos fueron detectados al noreste de París al día siguiente. Las fuerzas especiales de la policía y de la gendarmería fueron desplegadas en varias zonas de la región de Picardía para dar con ellos.  El 9 de enero, los atacantes fueron identificados por la policía en un polígono industrial en Sena y Marne, donde se atrincheraron. Paralelamente, otro individuo que había atentado en Montrouge, matando a un policía, llevó a cabo una toma de rehenes en una tienda cerca de Porte de Vincennes. Horas después, y de forma casi simultánea, las fuerzas del orden intervinieron en ambos escenarios. Todos los sospechosos fueron abatidos y cuatro rehenes fallecieron, todos judíos.

El 14 de enero, Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), con base en Yemen, a través de su jeque, ideólogo y portavoz, afirmo que la operación fue planeada por Al Qaeda, contra "aquellos que insultan al profeta elegido" aseguró en un video que "la invasión bendita de París" fue planeada y financiada por la cúpula de la organización como una "venganza" por el "mensajero de Alá", en referencia a las caricaturas publicadas de Mahoma.

Estos hechos trágicos, en que  un grupo de fundamentalistas intolerantes, entraron a la redacción de la revista, caracterizada por sus caricaturas críticas y su apertura liberal, mataron con alevosía y ventaja por la simple justificación de no tolerar opiniones distintas a las suyas; implica que para ellos la libertad de expresión no existe.

Los extremistas musulmanes no respetan la libertad de expresión, los narcos y los gobiernos tampoco, todo se resuelve con violencia, sino pensamos como ellos quieren nos agreden. Por eso este mes  trágico, nos hace abrir los ojos y entender que el mundo necesita más hombres como Julio Scherer, con sus defectos y sus talentos, y menos hombres como los terroristas de Charlie Hebdo con sus aparentes razones-motivos, y más ciudadanos informados, tolerantes y libres, sobre todo libres. 

Hablar de religión, de narco y hasta de futbol puede ocasionar agresiones hasta la muerte. La libertad de expresión ha sufrido una muy fuerte mutación. Dejamos de ser libres y dejamos de expresar. La culpa de que la libertad de expresión haya sido condicionada no sólo en México, sino en el mundo es del paradigma de la sociedad de la violencia donde vivimos.

Estos días de pérdida de valores y de barbarie en el mundo nos muestra  los riesgos a los que se enfrentan los que aun defienden y ejercen la libertad de expresión. Por eso tanto los medios escritos y electrónicos como las redes sociales deben ser más inteligentes y apegar sus contenidos a la verdad. A ese nivel tenemos que llevar la lucha por la libertad de expresión y contra la violencia.

En este sentido el FCR se suma a la condena mundial, por el atentado contra el semanario  Charlie Hebdo, acto que es igual de condenable que la desaparición de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, la masacre de Apatzingan, y las miles de desapariciones y muertes violentas que enlutan a nuestro país.

Estos actos de barbarie, son provocados por la sinrazón, el dogmatismo y el fanatismo, de los sectores más retrogradas de la sociedad. Por eso luchemos en este 2015, por un mundo sin prejuicios, con PAZ y por un México digno y soberano.

¡POR LA LIBERACIÓN ECONÓMICA, CULTURAL Y POLÍTICA DE NUESTROS PUEBLOS!
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JULIO SCHERER Y CHARLIE HEBDO
Adolfo Gilly

Julio Scherer y Charlie Hebdo: a cada quien se le agolpan los recuerdos según las horas de la vida y las resonancias del alma, esa especie de ámbito musical que llevamos adentro y produce armonías, disonancias y, según el portador, también cacofonías insoportables.

A mí en estos días se me vinieron juntos mis tiempos de exilio, cuando en marzo de 1972 un par de agentes de la Federal de Seguridad nos llevaron al aeropuerto (conmigo iba Óscar Fernández, también deportado) y nos pusieron en un avión. Sin poder acercarse, desde lejitos, habían ido esa mañana a despedirnos Víctor Rico Galán, su esposa Ingeborg Diener, y Francisco Colmenares. Sin escalas llegamos a París.

Todavía destanteado por el inusual trayecto donde el personal de Air France extremó su atención pues alguien les dijo de dónde veníamos, al bajar del avión nos recibió la tradicional hospitalidad francesa y el calor de los amigos y compañeros desconocidos, veteranos del 68 parisino, que nos esperaban en el aeropuerto. Allá me dieron casa, comida, amistad y hasta la ropa de vestir –recuerdo un colorido suéter de montaña, apenas usado–, pues casi nada, salvo un ejemplar de La estación violenta, traía yo de Lecumberri. En París encontré la tradicional solidaridad francesa con los perseguidos, la ironía, la risa, el abrigo y el afecto y hasta algún cariño fugitivo con quien dejé a Octavio Paz y su estación violenta. A Octavio le habría gustado ese destino.

Por todo documento traía yo un viejo pasaporte restituido por las autoridades mexicanas, pero ningún otro documento que a ese exiliado le acordara permiso de residencia. Aquí entró, por conexiones y amistades nacidas en los años de Lecumberri, la tradicional solidaridad mexicana con los perseguidos e indocumentados.

Rodolfo Peña, que en la cárcel me visitaba trayendo consigo el apoyo y la solidaridad de Rafael Galván y de los electricistas del STERM, supo del caso y por propia iniciativa fue a ver a Julio Scherer para pedir su apoyo al exiliado. Don Julio, que no me conocía de persona, según Rodolfo después me refirió en Europa respondió al instante: ¡Cómo es posible que Gilly ande por allá sin documentación! y su revista me expidió una acreditación de mi cargo y mi tarea en Europa: Documentalista. Con cierta inmodestia, me acordé de don Gilberto Bosques, cuando en la Francia ocupada daba visas y documentos mexicanos a cuantos perseguidos buscaban en México refugio de las furias del nazismo. El documentalista tenía ahora un empleo y podía andar tranquilo por Europa, donde por lo demás nadie lo andaba buscando.

Años después, a fines de 1976, pude volver a México. Viejos amigos me recibieron. Encontré a Julio Scherer en Proceso, conversamos en una comida que no olvido en un restaurante de Insurgentes y me extendió su manto protector: una larga entrevista de José Reveles en Proceso en cuyo cabezal se leía: Adolfo Gilly, juicio y pasión; México es mi país, como fue el país de Mina.

Entre tantos recuerdos, esa fue la recepción al regreso de aquel exiliado de esta tierra que mi gratitud no olvida. Esta es la hora de decirla en esta tinta de imprenta que fue la savia de la vida de Julio Scherer.

El miércoles 7 de enero Julio Scherer se fue. Ese día en París dos enmascarados armados de metralletas irrumpían en la redacción de Charlie Hebdo y asesinaban a su director y caricaturista, Charb, y a otros once redactores y colaboradores que allí preparaban la siguiente edición del semanario. Decían obrar para vengar al Profeta por la falta de respeto de los dibujantes de Charlie, que de igual modo habían tratado a los símbolos del cristianismo, la Santísima Trinidad y la Virgen María. Los asesinos eran musulmanes franceses de ascendencia argelina, nacidos y educados en el sistema escolar de la República.
Una inmensa manifestación, en defensa de las libertades republicanas, respondió ayer en París al atentado. Ese es el hecho, más allá de la intención de cada personal político para atribuirle su propia idea y significación.

Una amiga parisina, habitante de uno de los barrios populares de París donde también viví, me escribe: “Pasamos cinco horas en esta marea humana volcada en todo el Este parisino, nuestro barrio. Era muy digno, profundamente emotivo, reconfortante. Todo mundo se hablaba con sencillez. Aplaudíamos, gritábamos ‘¡Charlie!’, volvíamos a aplaudir y después nos callábamos y nos sonreíamos y cantábamos La Marsellesa”.

La derecha y los políticos y partidos bien pensantes trataron de hacer propias las demostraciones de repudio al crimen. No lo lograron, por la vieja razón de que París sigue siendo el pueblo de París. En el Arco de Triunfo un inmenso cartel negro con letras blancas, colgado allí por las autoridades, decía: “Yo soy Charlie”. Allí estaba, tan fuera de lugar como la exclamación de Enrique Peña Nieto: Todos somos Ayotzinapa. En ambos casos, la vida y el pueblo saben y dirán quién es qué cosa y de qué lado estaban y están los asesinados de Charlie y los desaparecidos de Ayotzinapa.

No compartí el humor de Charlie Hebdo, aunque más de una vez me hizo soltar la risa. Pero es un crimen atroz responderle con el asesinato. Por lo demás, el atentado no provino de tres musulmanes indignados por las irreverencias de la revista. Lo ha reivindicado para sí Al Qaeda, esa organización terrorista cuyas acciones no faltan mentes conspiracionistas que las nieguen.

En el estado actual de las sociedades y las cosas humanas la respuesta al terrorismo y al racismo no proviene del odio de la derecha hipócrita y represiva. La respuesta es la razón republicana, la defensa intransigente de las libertades y los derechos humanos. El conspiracionismo es enemigo de la razón y por tanto de la organización, a menos que por organizar se entienda inspirar a un grupo duro y puro con disciplina militar, certidumbres inamovibles y una mochila siempre surtida de calificativos peyorativos para los demás.

En noviembre de 2013 Charb, director de Charlie Hebdo, reivindicaba los orígenes de la revista en el mayo de 1968 y defendía a sus redactores en estos términos: “Al contrario de otros muchos que en los últimos 40 años tuvieron tiempo de cambiar varias veces de chaqueta social, el equipo de Charlie sigue el mismo camino. Nos reímos, criticamos y soñamos con las mismas cosas. […] No todos votan, pero todos aportaron su granito de arena a la derrota de Sarkozy en mayo de 2012. Ninguno de nosotros se atrevería a defender a la derecha, a la que combatimos a fondo. Y consideramos los fascismos, el fascismo, como un enemigo definitivo, que jamás se privó por lo demás de llevarnos ante los tribunales”.

Proceso y Charlie Hebdo, sus redactores y hacedores, distan de compartir las mismas ideas. Ambos comparten, sin embargo, la defensa de la libertad de expresión como rasgo y condición esencial de una República. Así, en la despedida de la revista mexicana a Julio Scherer este domingo luctuoso de enero de 2015 pudimos leer:


 “Ante la ausencia física de su fundador, Proceso reafirma no sólo los principios periodísticos que nos legó sino, sobre todo, el compromiso social que inspiró la creación de la revista, la búsqueda de la verdad, la crítica sin concesiones y, si necesaria es, la disposición a enfrentar a los poderosos. Desde el duelo, reiteramos a nuestros lectores, razón única de nuestra existencia, que en medio de las asechanzas que se vislumbran Proceso permanecerá firme”.

Eso dijeron también las grandes manifestaciones del 20 de noviembre de 2014 en las ciudades de México y las del 11 de enero, en las ciudades de Francia.

TERRORISMO: CHARLIE HEBDO 
Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Marcos Roitman Rosenmann, 

Los atentados terroristas cometidos por Al-Qaeda contra la sede de la revista satírica y de humor francesa Charlie Hebdo nos llevan a reflexionar sobre la fe, la violencia religiosa y la libertad de expresión en una sociedad democrática.

Los creyentes en dioses y profetas, sea Mahoma, Cristo o Moisés; se consideren católicos, judíos o musulmanes; lectores de la Biblia, el Corán o la Tora, están sometidos a un doble vínculo, su religión y una sociedad que puede o no estar secularizada. En cualquier caso, poco cambia el argumento. En occidente el calendario es religioso, se celebran la Navidad, la Semana Santa, y la Iglesia católica ejerce su fuerza sobre el poder político. Bautizos, bodas, entierros, educación, negocios, bancos, etcétera, y sin embargo hablamos de la separación entre el Estado y la religión. El problema no es civilizatorio. Los guardianes de la fe, las iglesias y sus funcionarios, se consideran legitimados para blandir la espada contra infieles, herejes, blasfemos. El mensaje es simple: mostrar irreverencia conlleva sufrir castigo divino.

La libertad de expresión, se quiera o no, presupone la capacidad de escuchar, seleccionar y determinar la relevancia de lo dicho. No todo lo dicho por alguien debe concitar y ser digno de atención. Los ciudadanos pueden reivindicar su derecho al silencio, la indiferencia y la crítica. En eso consiste la libertad de expresión. Los regímenes antidemocráticos cercenan la cultura, ejercen la represión política, la censura, ahogan económicamente a los medios de comunicación social independientes, mostrando un fundamentalismo donde se recortan derechos políticos en nombre de la seguridad, la decencia, el decoro y las buenas costumbres.

A los presidentes de gobiernos y parte de figuras relevantes de la política que asistieron a la manifestación para condenar los atentados terroristas en París les importan un bledo las libertades de expresión y de prensa, así como el futuro de la revista Charlie Hebdo y la tolerancia religiosa. Su objetivo no es precisamente ese. Por el contrario, se manifestaron para reivindicar la lucha contra el terrorismo, sea el que fuere, donde y contra quien sea. Su propuesta: más seguridad a cambio de ceder libertades y derechos políticos. En nombre de la lucha antiterrorista han instrumentalizado el sentimiento de dolor y pesar de quienes condenan los atentados por el simple hecho de ser un acto contra natura. Su presencia es irrelevante cuando en sus países arremeten contra aquello que consideran estorbo, crítica mordaz o manifestación proderechos y libertades, siendo unos inquisidores fundamentalistas. Basta recordar la presencia de Benjamin Netanyahu, responsable de matanzas al pueblo palestino en Gaza y Cisjordania. No todos son Charlie Hebdo.

Las religiones, sobre todo las monoteístas, ejercen la violencia, la persecución, matan en nombre del profeta, el elegido o Dios. Son las guerras santas. No es un problema de civilizaciones. El ojo por ojo y el diente por diente no es patrimonio de una sola religión. El castigo ejemplarizante está presente en todas. Lo sagrado no debe profanarse. Entre fundamentalistas, curas, rabinos, ayatolás; están presentes en la iglesia, la sinagoga o la mezquita.

En este contexto, la libertad de expresión no existe y practicarla supone caminar en el filo de la navaja. El inquisidor, el censor, el controlador de la fe, tiene en sus manos el don de perdonar o castigar. Ellos determinan cuándo, dónde y quién ha blasfemado. Son juez y parte. Las condenas deben cumplirse en lugares públicos para escarnio de la población. Las hogueras, empalamientos y lapidaciones cumplen esa función social, cuyo mensaje es transparente: tolerancia cero contra blasfemos, herejes e infieles. No hace falta ser fundamentalista islámico para asesinar en nombre del profeta. Basta profesar una religión y considerarse portador de la palabra de Dios en la tierra.

Sin embargo, no es crítica a la religión. La religión conlleva la sacralización de lo profano, pudiendo ser venerados objetos, personas e ideas. Para religiones, los colores. Los hay quienes adoran el neoliberalismo y matan por sus principios. Hay quienes veneran a Maradona, tienen su iglesia, pero no asesinan en nombre de él. También existen seguidores de la pacha-mama, los extraterrestres, serpientes y elefantes. Pero ninguno de ellos se considera en posesión de la verdad, proclaman una guerra santa contra el infiel y matan por imponer su credo. En ello estriba la diferencia entre el fundamentalismo religioso, la fe y el culto a los dioses, sea cual fuere. Condenar los actos terroristas de Al Qaeda en París, contra los redactores y policías es decir claramente: no al fundamentalismo, venga de donde venga y lo practique quien lo practique. 

LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN NO EXISTE
Carlos Aguirre

Quizá algunos  piensen que la muerte de Scherer no significa nada, era el ciclo de la vida, y Don Julio estaba listo para morir. La muerte de este gran periodista ha puesto en la agenda de todos, es decir, todo el mundo habla de la libertad de expresión, de la cual este periodista fundador de la revista Proceso y entrevistador de Marcos o del Mayo Zambada, es un ícono en el país. Un hombre que según dicen, defendió a capa y espada el derecho de prensa y se enfrentó con más de algún presidente. Scherer desafió al sistema cuestionando la matanza del 68 y toda su carrera deambuló entre la izquierda y la guerrilla. Scherer puso en la agenda de México la libertad de expresión. Y es que México es de los países donde más mueren periodistas, según diversos informes es entre el sexto y octavo país en el mundo en la materia.

Ni parece que estamos en pleno siglo XXI, leí en Letras Libres (por si quieren acomodarse y leer hasta en web) un artículo de Isaiah Berlin que se titula Mensaje al Siglo XXI donde afirma que en estos años, en estos días nada se puede imponer, ni las ideas más buenas como igualdad o libertad se pueden imponer, porque una puede descompensar a la otra. Entonces ¿Cuánta libertad es suficiente? ¿Necesaria? Como dicen, nadie sabe, nadie supo. Sin embargo, lo que sí sabemos es que imponer una idea es violar la libertad de otro. Por eso los  que atentaron contra la revista caricaturesca obraron en contra de los principios de este siglo

En ese día donde nuestros valores y nuestro mundo nos enseñaron que la libertad de expresión no existe o se está muriendo. México no extrañará a Julio Scherer por el simple hecho de que ya no esté, México como el mundo entero extraña la libertad de expresión. Hace mucho que no decimos lo que queremos, cómo lo queremos, cuándo lo queremos sin que nos pongan límites.
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El poeta nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento, conocido en el mundo como Rubén Darío, es considerado como el precursor del modernismo literario en América Latina. Su influencia en la poesía del siglo XX le mereció el título del Príncipe de las letras castellanas.

Nació en Metapa, hoy Ciudad Darío, en Matagalpa, Nicaragua el 18 de enero de 1867. Hijo de una pareja separada vivió la mayor parte de su infancia en la ciudad de León, criado por sus tíos abuelos Félix y Bernarda. 

Según relata en su autobiografía, Rubén Darío apenas tenía tres años de edad cuando aprendió a leer. Su tía abuela lo introdujo al mundo de las letras  sentándolo en su regazo y haciéndolo llevar su dedo índice sobre las letras del abecedario.

Desde muy pequeño recibió la influencia de los clásicos de la literatura, El Quijote, Las mil y una noches, la Biblia, Los Oficios de Cicerón, figuran entre las primeras obras que inspiraron el genio creador  y su sentido poético.

Siendo un adolescente publicó sus primeros poemas "La Fé", "Una Lágrima" y "El Desengaño", influenciado por los poetas franceses, con 13 años de edad su producción literaria se hizo pública.

El periodismo fue su principal fuente de ingresos económicos. Escribió para diversos diarios y revistas, en su autobiografía relata su primer encuentro con el mundo periodístico:

 “Se publicaba en León un periódico político titulado La Verdad. Se me llamó a la redacción -tenía a la sazón cerca de catorce años- se me hizo escribir artículos de combate. Como el periódico La Verdad era de la oposición, mis estilados denuestos, iban contra el gobierno y el gobierno se escamó. Se me acusaba como vago, y me libré de las oficiales iras porque un doctor pedagogo, liberal y de buen querer, declaró que no podía ser vago quien como yo era profesor en el colegio que él dirigía”.

A los 16 años ya tenía un juicio claro sobre lo que se puede decir fue su segunda vocación: la diplomacia. “El elemento constitutivo de la ciencia de la diplomacia es el conocimiento de las diversas manifestaciones de los Gobiernos, el examen de los regímenes nacionales, y la medida exacta o aproximada de las tendencias que se advierten en la dirección de un Estado. El ojo avizor del diplomático penetra en los misterios de la política y sabe distinguir la grave actitud de un gobernante severo y justo, como las tramas que urde el engaño y la mala fe”.

De esta forma ocupó diversos cargos consulares en Buenos Aires y París. En su recorrido diplomático no abandonó nunca su producción literaria, el fruto de ambas ocupaciones se vio reflejado en sus obras "A Colón", "Sonatina", "Lo fatal" y "Canción de otoño en primavera".

Su obra maestra “Azul” (1888) es considerada la primera obra del Modernismo hispanoamericano. Se compone de relatos breves y algunos poemas. Esta obra estuvo cargada de sensualidad, erotismo y musicalidad.

Rubén Darío inició el Movimiento Modernista en América Latina influenciado por la poesía francesa. Su poesía Modernista se compuso de los aportes de los estilos romántico, parnasiano y del simbolismo.

El mismo autor definió al Modernismo de esta forma "... no es otra cosa que el verso y la prosa castellanos pasados por el fino tamiz del buen verso y de la buena prosa francesas".

Fue el inspirador de muchos poetas modernistas españoles de su época. Su obra fue influyente, la independencia creadora, el refinamiento y la sensibilidad abierta a diversas culturas, propia del Modernismo, repercutió en la producción cultural de su época e influenció  la poesía de la lengua española.

Su genio es celebrado en toda Hispanoamérica y su legado transcendió más allá de las fronteras, hasta convertirse en referencia de la producción literaria latinoamericana del siglo XX.

CANCIÓN DE OTOÑO EN PRIMAVERA

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción.

Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor. 
Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía...

En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y te mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe...

Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.

Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;
y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.

¡Y las demás! En tantos climas,
en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
¡Más es mía el Alba de oro!